1- Alcalá la Real. Grabado Palomino XVII

Asentada en la cúspide del cerro de la Mota, que domina una amplia meseta donde serpentea el camino que une Córdoba a Granada, este poderoso enclave delimitó territorios cristianos y musulmanes.

Durante el período de taifas, Alcalá la Real quedó integrada dentro del reino constituido por los ziríes de Granada. Cuando el imperio almorávide se desintegra, el gobernador de la fortaleza, Abd al-Malik Ibn Said, se sublevará en el año 1135, haciéndose con el control de la localidad. A partir de ese momento pasará a denominarse Qalat Banu Said, la Alcalá Benzayde de las crónicas cristianas. Los almohades la someterán en 1145.

En el siglo XI, aparece en Alcalá una nueva zona habitada en la vertiente este del cerro de la Mota, el llamado Arrabal Viejo. El arrabal fue rodeado, posiblemente en época almohade, con una nueva muralla. A partir de estas importantes transformaciones, el antiguo núcleo urbano alcalaíno se convierte en la alcazaba de la ciudad, zona de fácil defensa que en su interior alberga las residencias de las familias más poderosas, y los edificios más significativos, entre los que destaca el último refugio defensivo, el alcázar.

Tras la batalla de las Navas de Tolosa hasta su conquista definitiva por Alfonso XI en 1341, Alcalá pasó repetidas veces de manos musulmanas a las cristianas. De este modo, Alcalá se rodeó de un importante cinturón de torres de vigilancia, unas construidas por los musulmanes y otras por los cristianos. Entre ellas, destacaremos la torre del Cascante, la Moraleja, la Dehesilla, Guadalquita, los Pedregales, Fuente Álamo, Santa Ana, Charilla, Acamunia o los Mimbres.